
Mi vida ha estado ligada a los sueños por una u otra razón. Desde chico, mi madre me contaba que cuando estaba embarazada de mí, me soñaba. Después, cuando ya no era más una fantasía, le quitaba el sueño por las noches. Desde los primeros años de edad me leía cuentos donde el sueño y la realidad se confundían, y me preguntaba al final: ¿qué crees que pasó?. Un mañana salí de casa y me sorprendí al ver que el primer hombre que cruzaba ante mí, no tenía brazos. La sorpresa fue porque la noche anterior había soñado con una persona similar. El primer libro que compré fue acerca de las interpretaciones de los sueños, y fue cuando salió al mercado la canción Anoche soñé contigo y se convirtió en mi favorita. Por aquellos años, una noche soñé una frase que después se convirtió en mi primer texto publicado:
Tengo miedo de que una noche cualquiera me convierta en poema o poesía. Recuerdo que desperté, repetí la frase y la escribí en el cuaderno que descansaba a mi lado. Al año siguiente, ingresé a la facultad de Psicología porque me sentía ligado al Psicoanálisis. Desde entonces, en el lapso de cerrar los ojos y dormirme, imagino los finales de mis textos, enrredo más las historias e intento hablar con mis personajes. Así eran todas las noches, hasta ayer, cuando desperté en la madrugada con la última imagen que había soñado, y casi en seguida dije:
memoria, huella infinita de lo vivido, paraje de nuestras acciones. Apenas lo mencioné, lo escribí. Aún es muy temprano para saber su significado.
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